"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



viernes, 30 de julio de 2010

Madre e hija

Bastante seguido me encuentro reflexionando en qué momentos específicos e importantes fueron en los que sin darme cuenta, me convertí en madre. He aquí la lista.
- Cuando los análisis de sangre dieron positivo. (Gracias C por acomparñarme a buscar los estudios y simplemente estar ahí en silencio con una mano sobre mi espalda)
- Cuando le conté a mis amigas del colegio que estaba embarazada y respondí paciente, a todas sus preguntas
- Cuando contestaba Inbox con felicitaciones de gente con la que no hablaba hace mucho (muchísimo en algunos casos) en Facebook
- Cuando lo conté en mi facultad (para no quedarme libre) y enseguida todos lo supieron
- Cuando sentí los latidos del corazón de un bebito que crecía en mi panza
- Cuando no sabía como acomodarme para dormir y me incomodaba la panza
- Cuando sentí la primer patada en mi vientre
- Cuando me dijeron que era mujer
- Cuando ya sabíamos que se iba a llamar Margarita
- Cuando ya sabíamos que se iba a llamar Margarita, lo contábamos orgullosos y nos criticaban el nombre
- Cuando sentí esas contracciones que me separaron del mundo de los mortales
- Cuando me hicieron tacto como a una vaca para ver si me mandaban de vuelta a mi casa o determinaban que esa madrugada paría
- Cuando parì
- Cuando la ví por primera vez azul por la doble vuelta de cordón
- Cuando le dí de amamantar la primera vez (y las veces que le siguieron) y lloraba de la emoción y el dolor al mismo tiempo
- Cuando la vi dormir serena sobre el pecho de su papà
(Gran elipsis)
- Cuando me volví de esa fiesta en el puerto, rodeada de yates y todas mis amigas, una barra alcohol gratis a disposición y sombreros al mejor estilo Gossip Girl luego de 9 meses de no salir porque eran las 4 am y tenía que dar de amamantar
- Cuando me prefería a mi (mis brazos, mi olor) antes que a cualquier otra persona en el mundo
- Cuando me sonrió por primera vez
- Cuando se cortó (a penas) a los 8 meses, el dedo con un mueble y la llevé a la guardia desesperada y en un ataque de nervios
- Cuando agarré bare-hand un sorete flotante en la bañadera
- Cuando me rompió esa taza que adoraba tanto, donde tomaba café todas las mañanas y no me importó
- Cuando me puse en bombacha, en la banquina de una ruta y me cambié el pantalón vomitado por mi criatura, mientras los camioneros tocaban bocinazos que sonaban como vuvuzelas y me vociferaban las barbaridades que harían con mis redondeces (que no es otra forma de decir curvas)
- Cuando se me acercò el màs potro de todo el boliche y le dije “tengo una hija que me espera dormida en la casa donde vivo mi novio (y su papà), paso, gracias por el halago”
Y finalmente pero no por eso la más reciente, me recibí de madre cuando, muy a pesar de mí, me colgué ese collar que tiene como pendiente una *nenita*. Sí, es *nenita* en ese collar puntual, no hijita, no bebita, no chiquita: *ne-ni-ta*. Si lo vieras entenderías todo. En mi defensa aclaro que me lo puse para hacer feliz a una parienta, que me había regalado el presente, por supuesto.
Espero que no les haya suenado cursi o cliché, para mi cada uno de esos momentos fue decisivo, un punto de referencia en mi (corta) vida.

Sin título

Tengo 42 mails en mi casilla de correo que esperan por ser leídos (y no son spam). Lamento informarles que seguirán esperando mis queridos, porque yo estoy con placas, la laptop decidió que hoy no hay wi fi y estar en este escritorio escribiendo me dan ganas de suicidarme a lo Virginia Wolf. Asi que madre, amigos y señores con los que trabajo freelance, saben donde ubicarme. Desde mi cama, atiendo (algunos) llamados. Gracias.

lunes, 26 de julio de 2010

Our secret

Me pone de mal humor

La Gente que:
- no sabe disfrutar. Ni en lo grande, ni de los detalles.
- piensa que hacer esfuerzos no vale la pena.
- no se toman ningún medio de transporte público salvo taxi. Como mi querida madre.
- caminan lento (lentísimo) en Avenidas como Santa Fe o Cabildo.
- intentan parecer algo que no son. Hay miles pero un ejemplo claro: los que están llenos de plata y se las tiran de villeros.
- es maleducada. A saber: los que no saludan, los que no agradecen o no piden por favor, los que no miran a la persona que les está hablando, los que se inclinan para tirarse un pedo. Se merecen el destierro.
- no se come el borde de la pizza o el repulgue de la empanada.
- usa palabras rimbobantes sin saber lo que significan.
- (cuando la saludás) no hace ruido de beso y ponen solo el cachete.
- tira basura en la calle
- no intenta reciclar
- no lee libros y cree que es canchero. Los que no leen a secas, también.
- es muy impuntual. Conmigo tenés 15 minutos de changüí, no más.
- no sabe pedir perdón. Ni reconoce sus errores, ni registra el dolor ajeno.

Y como apartado especial, destesto a aquellos:
- Hombres que creen que el desodorante es perfume.
- Hombres machistas
-  Hombres no-románticos, que no saben cortejear a las mujeres. No que me importe porque ya tengo Mi Hombre, lo digo por mis amigas solteras. Me dan bronca. Les daría un curso.
- Hombres que se creen inteligentes (y pocas veces lo son)
- Vecinos que creen que el edificio (entero) es su casa. Y se consideran habilitados para discutir en los pasillos, apersonarse en toalla de baño, gritarse de un departamento a otro y afines.

Estos son las pocas personas que se me ocurren así, rápidamente, que mataría lentamente con cianuro o veneno de ratas y en los días mas indulgentes simplemenete re-educaría. Seguramente voy a tener que ampliar. Ojo, es hoy nada más que estoy intolerante eh. Hay días (enteros) que soy un amor.

miércoles, 21 de julio de 2010

Confesiones de invierno

Esta bien, lo reconozco: no sé manejar. No le cuenten a nadie. Me hace poner colorada de anticipado. Soy capaz inventar argumentos más rídiculos e intrincados para defenderme. Y me vas a creer.
No sé lo que se denomina conducir un automotor. Ni un tractor, ni nada con motor para ser sincera. Todo aquello que implique estacionar, hacer rebajes o picadas. Nada. Sí, no te voy a mentir, me da un poco de vergüenza admitirlo.
Convengamos que no es muy normal no tener registro a los 23 años. Y no pienso que estoy justificada por ser mujer o por vivir "en el Centro". Pienso que está mal, muy mal. Pienso que *no da*. Igual es la culpa de mis viejos, toda de ellos.Te explico porqué.
8 años de edad (mía), algo similar sucedía lo que hoy con el auto. No sabía andar en bicicleta. Cuando otros rodaban sin una mano, mirá sin las dos. Yo avergonzada, yo nada. Por suerte siempre tuve la facilidad de convencer y me charlaba a todos para que juren que jugar a hacer experimentos o a la paleta era mejor, mucho mejor que andar en bici. 
Mis progenitores, entrados en edad, no se habían hecho el tiempo (ni la paciencia) para enseñarme el arte de andar sin rueditas, equilibradamente, pedalear y mantener el volante derecho, en el mejor de los casos sin pensar o naturalmente. Ni lo habían intentado, ni les parecía "importante" a las malas personas.
Se excusaban con que era difícil y complicado por falta de "verde" cuando en realidad, vivíamos a (literal) 5 cuadras de los Bosques de Palermo y en diferente dirección, a otras 5 del Circuito KDT.
La consecuencia era que yo, a cuanto country o quinta de mis amigas iba, me sentìa ignorante. No-poseedora de ese saber que dividía a la gente: entre canchera y habilidosa y los demás.
Un buen día, glorioso día, otros padres que no eran los míos, se compadecieron de mi situación. Luego de burlarse y reírse hasta el hartazgo de mi imposibilidad ciclista, decidieron ocuparse. Me tuvieron toda la tarde "practicando".
A saber: me sentaban, manos en el manubrio y lanzaban con carreteo y empujón por un camino recto y libre de obstáculos. Yo, como era de esperarse con mi torpeza e inseguridad, gritaba (desaforada), me olvidaba de pedalear y hacía temblar el manubrio hasta perder el equilibrio y envión. Caía. Me lamentaba, no quería volver a subir. Me quejaba, me "obligaban" y todo volvía al inicio.
La secuencia recién descripta se repitió hasta el empacho. Llegó un punto en donde lloriqueaba implorando un recreo, no me importaba aprender, prefería seguir siendo humillada pero ya no más, por favor. Estaba aburrida, hastiada pero ellos se habían tomado a pecho la tarea que se habían (auto) encomendado. Querían sacarme buena.
Tengo grabado ese momento perfecto cuando pude coordinar todas las actividades. El viento en la cara, los vitoreos de fondo, la sensación de inestabilidad de la mano con la libertad absoluta. La realización. La alegría.
Hoy les tengo que agradecer su perseverancia. Si no fuera por ellos y fuera por mis padres, hoy también estaría haciendo un curso para andar en bicicleta.

martes, 20 de julio de 2010

Ïmpronta

En el colegio alemán para señoritas al que fui (casi) toda mi vida escolar, habían un espécimen que siempre me llamó la atención: la profesora de plástica.
Graciela, la responsable de Arte, usaba dos forros gruesos uno en el índice y otro en el pulgar con la justificación de “la tiza le lastimaba los dedos”.
Nunca entendí como en un colegio tan conservador, prestigioso y de monjas, le permitían atribuirse semejante libertad.
Por supuesto que ella negaba la naturaleza de esos pseudoguantes -por decirle de una manera polite- y alegaba que "se los habìan traìdo de afuera especialmente".
Llevaba su pelo negro siempre al hombro, con unos rulos cuidados y exageradamente grandes. Me la podía imaginar durmiendo liviano, con ruleros enormes, incómoda, con tal de conservar el look. Su perfume, intenso y dulzón, inundaba el aula. Pasar por el umbral de esa puerta te hacía entrar un sopor perfecto, escenario ideal para desatar la imaginación.
Yo solía llegar primero, con una o dos amigas, hablábamos sin parar enfrascadas en cuentos de chicos o en el clásico y conocido “yo te dije, ella me dijo” y la saludaba con un “Hola Grace” (pronunciado como Greise) distraído.
Recuerdo sus clases como un largo recreo. Daba una consigna clara y nosotras jugábamos a ser Picasso por un rato. No hay nada más subjetivo que el arte, por lo que era sabido que nada podía estar visceralmente mal. Todo era válido, si bien ella era ridículamente exigente en detalles.
Tres veces por año nos obligaba a ir a un Museo, con la intención de generar en nosotras una costumbre. Siempre eran muestras controversiales, con muchas aristas para discutir o pensar. Yo iba feliz, claro. Para mi era un programón. No lo era así para muchas de mis compañeras, por lo que hacía las veces de representante. Iba, prestaba abundante atención a los detalles y después los repetía hasta el hartazgo a quienes por motivos diferentes, no habían ido.
Era buena para eso y para acordarme los pormenores de todos de los libros que nos hacían leer. Te convenía tenerme de amiga, de no ser por lo mala que era en Matemáticas, Química y afines.
Graciela nos evaluaba con un oral, frente a toda la clase, al final del trimestre. Para rendirlo, habìa que tener la carpeta de *obras* completa. Lo estrafalario del asunto era que en el examen nos inquiría las preguntas más inusuales. Como por ejemplo, donde eran los baños en el Museo, si tal cuadro doblando a la derecha o a la izquierda por el pasillo, si el guía de las 5 de la tarde tenía bigote o era bizco.
Me queda la duda, hasta el día de hoy, si esa profesora tenía hijos, si les dibujaba a ellos como a nosotras, si extraña a alumnas alegres y charlatanas como yo, si era una artista frustrada o si era feliz.

lunes, 19 de julio de 2010

Qué noche la de anoche

Me vine en taxi de lo una amiga (en adelante La Loca -porque efectivamente desvarìa y la queremos màs por eso-) donde nos habìamos juntado a comer con las pibas.
Subo a casa y abro la puerta intentando no hacer ruido. Me desvisto/pongo el piyama y cuando voy apagar el despertador del celular, para q no la despierte a Margarita al dìa siguiente, me doy cuenta q no tenia el telefono. El bebè, ¡mi bebè! (el otro, el que no duerme, el nuevo). ¡No, esto es La Muerte! Pero si yo lo meti en el bolsillo de la cartera...¿como puede ser? No me puede estar pasando esto a mi.
Tiene que estar, tiene que estar en la cartera (la doy vuelta, saco todo) bueno, tiene que estar en el bolsillo del pantalón. Nada. Vuelvo sobre mis pasos sigilosamente, cocina, living, baño: no està. En ningùn lado.
Me resigno a seguir buscàndolo y me acuesto convencida de que voy a poder dormir. Al fin y al cabo son las tres de la mañana y estoy liquidada. La cabeza no para: no tengo el telèfono.
"Me lo deje en lo de La Loca" me digo a mi misma y trato de serenarme. Pienso en llamarla para confirmarlo para poder entregarme en paz a las manos de Morfeo. Me levanto de la cama con una suerte de coreografìa, practicada cien veces para no hacer ruido. El hecho de que Margarita se despertara, en este momento, agravarìa mucho la crisis, su ausencia.
De repente cuando estoy por alcanzar el inalàmbrico que yace sobre el estante me avivo que no tengo el celular de La Loca y que no lo sè de memoria. Fer y su celular (que descansa en la mesita de luz) tampoco lo tiene guardado.
Me tranquilizo porque lo tengo escrito, en algùn lado. Siempre me imaginè que algo asì me podìa pasar y previsora como soy, copiè todos mis contactos a una agendita (donde todo duerme ordenado alfabèticamente) divina, simpàtica  y chiquita. Me imagino buscando ese librito violeta amoroso que quièn sabe dònde està, prendiendo luces, despertando a Fer.
Resuelvo que no tiene sentido porque de todas maneras, del telelèfono de casa no puedo llamar, voy a hacer ruido. Al marcar los nùmeros, al hablar. Ruido inevitable que Fer me va a reprochar y el retoño que duerme, escuchar. Me maldigo por tener un departamento tan chico.
Para esta instancia ya me empiezo a imaginar Lo Peor. Que no lo recupero, que no està en lo de La Loca, que me lo robaron, que se me cayò, que no lo voy a volver a ver. Y tengo un momento de lucidez, de iluminaciòn: ¿y si intento llamarme desde el celular de Fer a ver què pasa?
Me atiende el Sr Que Maneja Un Taxi y terminamos la conversaciòn con: "Que suerte q tenés nena, lleve pasajeros y todo. No te preocupes, estoy por tu casa en 10 minutos y te lo doy. Estate abajo" y colorín colorado...este cuento se ha acabado.

jueves, 15 de julio de 2010

Pinocho

A: No, no escribas sobre mi en tu blog. No escribas sobre tu amiga que se enganchò con otro cuando cortò con el que volviò. No escribas sobre eso.
S: Parà, no estàs con Migue ahì?
A: No, està con mi hermano jugando a la Play
S: Què heavy
A: Si
S: Lo queremos?
A: Lo extrañamos
S: Uy, peor. Lo queremos/extrañamos porque nos hacìa sentir lindas, quebraba la rutina, era el "jueguete nuevo" o lo queremos, lo queremos?
A: Lo queremos. Igual ultimamente no hablabamos de esas cosas.
S: Y que hacìan? Jugaban a las naipes
A: No, nos pasàbamos mùsica, comentàbamos libros, hablàbamos de la vida, los amigos, la familia, el trabajo...
S: Un novio, bah (virtual). El que quiere?
A: Nada.

martes, 13 de julio de 2010

Los avatares de la vida cotideana

Hoy escribí 5 posts, así al hilo. Cada tanto soy productiva. Si te cuento todo lo que hice hoy, a demás de escribir, me das un diploma. Algunos ejemplos, sin espacios porque así es mi vida (salvo cuando todos duermen como ahora): sermadresoltera, lavarlosplatos, estudiarporquemañanarindounfinaldifícil, bañarmemientraselretoñoduerme, hacermilanesasalhornoconpapasalacrema,ordenartodalacasa y respirar, sí respirar bastante para no ahogarme. 
Bueno, entre otro tanto de cosillas más, que no te cuento para que duermas tranquilo, sin remordimientos. Si ya sé, yo te dije que me lo merecía. Andá tramitandolo. Me lo das cuando puedas, no te hagas drama.

Ignorancia

Mis queridísimos lectores,
De no ser por el contador que instalé hace poquito no hubiera sabido (nunca) que del 12 de julio de este año al 14 (hoy), 30 personas visitaron mi blog. Qué alegría. Encima, entre ellas una reside en Washington. Me sorprende. 
Nadie sabe que acá escribo. Bueno nadie, claramente no. Me refiero a mi círculo pequeño de familia, amigos y conocidos. No les cuento porque me da pudor. Me da miedo que me critiquen o me juzguen y no estar lista para "soportarlo". Prefiero que no lo sepan, es más simple. A demás así me siento más libre (y puedo criticarlos sin que se ofendan). 
Nunca me hubiera imaginado que haya gente me lee en primer lugar y que sea tanta menos. Me intriga qué pensarán (de mi, de lo que escribo). De todas maneras, ¡gracias! :) Son bienvenidos siempre, el placer es mío (seguro).

La documentación

Mi papá nunca compró una enciclopedia para la casa. Una Salvat, Santillana o semejante, esa que viene dividida tomos monocromáticos, prolijos. No. Esa enciclopedia por temas o en orden alfabético, que te ocupan una estantería completa pero te hace parecer gente culta, nada. Te la debo.
Las mismas enciclopedias que viene con fotitos, esas que tenían imagenes ilustrativas *copadas* y por supuesto pertinentes, para recortar y poner en la carpeta (y dejarla más linda). Con el propósito claro de que la señorita te ponga sellitos y caritas felices para felicitarte por el trabajo (de recortar por los bordes derecho, la fotocopia a color). Y ser la envidia de tus compañeras, valga la obviedad. Nunca tuve. 
En realidad miento, había sí en efecto una enciclopedia en mi casa. Heredada, la británica, en el escritorio de papá. Divina, completa, de principio a fin en inglés. Yo me la banco con el idioma pero si nos sumergimos en tecnicismos, de biología o cualquier otra materia me pierdo, no entiendo. 
Me acuerdo perfecto la sensación de llegar a casa, saber que tenía que buscar en la enciclopedia algo y pensar here we go again. Mi figura paterna creo yo, encontraba un placer casi macabro en verme encontrar el tomo correcto primero y tratar de entender el concepto después. La fotosíntesis en letra bíblica con fotos en blanco y negro. Imposible. Y mirá que yo le ponía la mejor: releía, buscaba en el diccionario alguna palabra, acariciaba las hojas, los renglones para no perderme... No había manera.
Siempre tenía que salir a pedir prestado o llamar a una amiga, para que me faxee sus respuestas, sus fotos, lo que sea. Oh el fax, nunca una tecnología me salvó tanto las papas. La cuestión es que llegó un día que me harté y me volví proactiva. Decidí que esto de ser parásito de otros para completar los deberes no iba más. Detalle no menor: tenía 8 - 9 años, no más.
Convencí a mamá que había una revista (Genios), previa investigación de mercado entre Billiken y las demás de su categoría, que era "interesante" y por sobretodo que venía con *material* útil. Recuerdo perfecto la conversación y estoy 98% segura que usé esos dos mismo términos. 
Conociéndola como lo hago en la actualidad, debe haber escuchado la mitad de mis argumentos y casi me animo a decir que desinteresada me dio el ok. Yo, de todas maneras, muy dedicada e instruida en el tema le comparé el costo de comprar una enciclopedia "como la gente" y mi propuesta. Le hablé de las ventajas, los costos y beneficios. Insistamos en el detalle que tenía 9 años, tal vez 10 (y sigo siendo igual).
A partir de ese momento, me hice amiga del revistero y me transformé en la habitué de los lunes (llegaba a los kioskos ese día). La revista en cuestión venía con 4 o 5 fascículos que, a lo largo de los años, formaban una enciclopedia. Adjunto, traía también, una guía para hacer experimentos *divertidos* en casa relacionados con física, química y esas materias en las que presté atención durante mi época escolar, ni después.
En (muy) pocas cosas de mi vida he sido tan tenaz, tan perseverante, tan firme. ¿Sabés lo que era ir, religiosamente todos los lunes, al revistero a comprar una revista pedorra de tres páginas y tener que darle lata ese viejo jeropa? Acordémonos que no existían suscripciones, ni descuento alguno. Estamos hablando de los 9O, pleno menemismo. Por ahí un lunes de frío me hacía la loca y mandaba a la mucama pero me quedaba sin figuritas o alguna golosina de la vuelta a casa, no me convenía asi que no lo hacía mucho.
Hoy, revolviendo trastos viejos en lo de mi señora madre, la encontré y les confieso: me causó orgullo. En otro momento, les adjunto foto porque esa maravilla es digna de ver y ser admirada, dejame que te diga. 

Procrastinar

Practicando ese verbo, soy capa. Pero capa, capa. Es más este post lo ratifica. Debería estar estudiando, teniendo en cuenta que rindo mañana. Pero qué más da si podemos irnos a dormir temprano y madrugar para repasar. 
¿No te digo? procrastinar es lo mío.

Es lo que hay

Perdón pero a mi eso de hacer madurar los posts no me sale. No está en mi naturaleza ser tan precavida de escribir en Word, pasarle el corrector ortográfico, darle unos días para que se añeje (enriquezca, se transforme en una fiesta de sabores) y después publicar. Lo mío es la impulsividad. Tampoco es que escribo tanto ni tan seguido. 
Mi problema es que la inspiración se me da en los lugares más insólitos. Yo le pongo garra e intento improvisar un papel y lápiz (cuando no hay ningún medio electrónico cerca léase Blackberry o borrador de mail, blog y afines) pero después los intentos de *papelito* se pierden, no tienen vigencia, qué se yo. 
De repente me agarra ganas de contarles algo en el colectivo y mientras practico una caligrafía legible (para la posteridad), me doy cuenta de la paja (porque no es fiaca, es *paja* seamos realistas) que me va a dar tipearlo y publicar. Desisto. O en el baño se me ocurre algo ingenioso para compartir, alguna anécdota que con un poco de sal, sale con fritas, pero no, qué vergüenza, contar eso no da. 
Otros días tengo una verborragia incontenible y escribo 4 post (1 bueno y 3 medio pelo en el mejor de los casos). Esos días pasan una vez por mes con furia o cada dos, o tan poco que no llevo la cuenta. Por lo menos escribo que es lo que importa, ¿no? No sé. A veces siento que no estoy lista para escribir, lo que se dice *escribir*. Aunque haya ocasiones que sienta que tengo un *montón* de cosas para decir. Y bueno, es lo que hay.

lunes, 12 de julio de 2010

La verdad oculta

Virgina Wolf en su nota suicida le escribía a su marido "No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido". Qué placer *irte* con esa certeza. Hay que celebrar el desequilibrio y la locura. Son los mejores motores del arte.
Van Gogh en su última carta (que no llegó a enviar) le dice a su hermano "mi trabajo te pertenece, arriesgo mi vida y en parte he perdido la razón por el". Si tuviera que elegir, prefiero irme con esa tranquilidad, la de haber vivido bien.

Nota mental

Nunca termines mal con un (ex novio).
Tal vez, el día de mañana, te de trabajo. Como me pasó hoy, a mi.



Un lavado de cara

Estamos haciendo (muchas) remodelaciones.
Sepan disculpar las molestias.